martes, 27 de enero de 2015

La Isla Maldita



La amenazadora sombra del dragón se mostraba intermitente sobre la cubierta de 'La Dama Afortunada'. Parecía que la criatura sobrevolaba en círculos acechando a su presa. Durante esos momentos, la tripulación tomó posiciones esperando el ataque, y así fue como hizo acto de presencia una figura desconocida para los aventureros. Era un hombre fuerte, de rasgos duros, cabeza afeitada y tatuajes que se dejaban ver bajo sus exóticos ropajes. El capitán Swift lo presentó con el nombre de Tarkas, uno de los pocos guerreros y magos conocidos como chamanes del dragón.  Viajaba en busca de aventuras, por lo que  no se demoró en ofrecer sus servicios al grupo a cambio de una parte justa del botín que se obtuviese. Los héroes, habida cuenta de lo que les quedaba por delante -por lo pronto un dragón, nada menos- aceptaron de inmediato.
No pasó mucho tiempo hasta que el dragón se decidió a atacar. Usó su arma de aliento, un chorro de ácido que cubrió prácticamente medio barco, hiriendo y matando a no pocos desgraciados tripulantes. Tres de los héroes resultaron heridos. Sin embargo, no tuvieron ocasión de intentar vengarse, pues la criatura se zambulló en el mar acto seguido.
Los minutos siguientes eran de tensión absoluta. En cualquier momento el dragón podría volver a atacar. Tarkas usó sus poderes para sanar a los que pudo, pero estos sortilegios no eran infinitos. Mientras siguieran perdidos en la intensa niebla que les rodeaba, eran una presa fácil que tarde o temprano caería por completo ante el monstruo si no salían de allí.
Un escalofrío recorrió el ambiente cuando el vigía gritó un avistamiento. Todos pensaban que el dragón había vuelto, pero no fue así. Algo brillante se movía en el agua, cerca del barco. Cuando los aventureros se acercaron a la barandilla, comprobaron que se trataba de una botella que contenía algo en su interior. Draven hizo uso de su destreza con la cadena armada para enganchar el recipiente y subirlo a bordo. Así, pudo comprobar que la botella contenía un mensaje.
Era un trozo de pergamino escrito por las dos caras. En una de ellas empleaba una jerga de piratas que ninguno de los presentes conocía, y en la otra el idioma común. En esta última alguien pedía ayuda a cambio de una gran recompensa. Decía estar atrapado en un bosque de algas a la deriva, plagado de muertos vivientes. No sonaba como un lugar precisamente apetecible para visitar, pero la gran recompensa sí lo era. En cualquier caso, la niebla persistía alrededor del barco y los instrumentos de navegación no respondían, por lo que era imposible tomar una dirección.
Mientras pensaban de qué manera salir de este atolladero, el barco dio una embestida, señal de que acababa de chocar contra algo. Cuando inspeccionaron por la borda descubrieron una costa cubierta de grandes helechos que cubrían toda la superficie que la niebla les permitía ver. La deducción era obvia: casi con toda seguridad habían ido a parar al bosque de algas que describía la nota en la botella. Sin muchas más opciones, el grupo descendió dispuesto a explorar el nuevo entorno.
La niebla seguía rodeándoles mientras caminaban por la isla, de manera que, los que tenían mejor vista, como mucho eran capaces de distinguir alguna sombra pocos metros a su alrededor. Fue así como descubrieron la presencia de un ser de gran tamaño que frenó su marcha. Al acercarse, la silueta que se descubrió dejaba ver un monstruo insectoide con intenciones poco amistosas.
La criatura era grande y  fuerte, pero los héroes la superaban en número, tenían ya sobrada experiencia en combate y, sobre todo, poseían grandiosos objetos mágicos, por lo que el desenlace resultó mejor de lo que habría sido en otras circunstancias. Despacharon al monstruo sin demasiados problemas y continuaron su exploración.
Al rato, volvieron a divisar figuras a través de la niebla. En esta ocasión eran bastantes más y, de nuevo, no les quedaba más remedio que acercarse para salir de dudas. Cuando lo hicieron, comprobaron que habían alcanzado otro punto costero de la isla, y además, en este lugar la niebla estaba despejada. Ante ellos, un pequeño kobold a bordo de una pequeña embarcación retenía mágicamente a una docena de muertos vivientes que le rodeaban hambrientos, pero incapaces de atacarle. Por esta razón, tan pronto los aventureros hicieron acto de presencia, las criaturas decidieron probar suerte con este nuevo bocado.
Una vez más, el enemigo no presentó dificultad para el grupo. No obstante, su número era grande y, aunque cayeran como moscas, un mordisco desprevenido podía infectar y convertir incluso al más poderoso de los guerreros. Por suerte, esto no ocurrió, y los héroes acabaron con los muertos vivientes en un abrir y cerrar de ojos. Ahora era momento de buscar respuestas en el osado kobold.
Se presentó como Maestro Yap, un maestro de las artes nigrománticas que dijo haber llegado allí tras perderse en la niebla mientras navegaba hacia una congregación de la que había obtenido una invitación personalizada. Desgraciadamente, no conocía la naturaleza de aquella niebla ni la forma de acabar con ella, por lo que estaba tan perdido como los héroes. Con respecto a la gran recompensa de la que hacía mención en la nota, entregó al grupo unas cuantas piedras preciosas, algunas de gran valor, por lo que todos quedaron satisfechos. El kobold pidió ser rescatado de allí, y el grupo aceptó  que les acompañara.
En su retorno hacia el barco, la niebla volvió a rodearles, y acabaron topándose con dos nuevos enemigos en forma de espectros. Este tipo de criaturas suele ser un terrible problema, pues además de herir a sus víctimas son capaces de sustraer su esencia vital. No obstante, una vez más, el grupo se alzó victorioso, y los daños sufridos no llegaron a la tragedia, pues las capacidades curativas de Tarkas le hacían sanar a él mismo y al resto de compañeros.
Antes de regresar al navío tuvo lugar el encuentro más desconcertante en aquel islote. Un promontorio cubierto de la misma vegetación se alzaba ante ellos, y Garrett se animó a escalarlo. Entonces, nada más poner una mano sobe este, sufrió una ensoñación que atravesó su mente como un rayo. En cuestión de segundos vislumbró una terrible historia de amor, drama, traición y venganza.
Lo que ocurría en aquel lugar se debía al no cumplimiento de una promesa, el juramento de una madre de sacrificar a su primogénito a cambio de la resurrección de un amor perdido. La diosa en favor de la que debía efectuar dicha ofrenda, como castigo, convirtió a la mujer en un ser arbóreo, al tiempo que maldijo aquel lugar y a todos lo que allí entrasen, y no cesaría de perseguir aquello que se le debía, la vida de la niña que había dado a luz la infiel. Entonces, para evitarlo, la madre hizo uso de su nueva condición para crear una jaula natural que protegiera a su hija, jaula que se cubrió de raíces hasta convertirse en ese montículo que los héroes tenían ante sí.
El pícaro narró a sus compañeros lo que había visto, y cada vez que alguien intentaba posar su mano allí sufría la misma experiencia. Draven, convencido de que debían sacar a la niña de aquella jaula, comenzó a arrancar ramas ante la mirada poco convencida del resto del grupo. En ese momento, un grupo de cuatro seres arbóreos rodearon a los aventureros con la intención de eliminarlos.
Los nuevos enemigos demostraron ser el más duro contrincante que se habían encontrado hasta el momento en aquel lugar. Eran grandes, letales y muy resistentes. Incluso eran prácticamente inmunes al fuego, lejos de lo que pudiera parecer por su naturaleza. Cada uno de sus golpes mermaba seriamente la salud de los héroes, y los que ellos recibían, los aguantaban con firmeza. Era momento de sopesar si seguir combatiendo o huir para luchar otro día.

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