martes, 23 de diciembre de 2014

Travesía por el Mar Sangriento

Justo frente al altar donde se encontraban los huevos les aguardaba un ser de rasgos anfibios. Otra criatura insectoide descendió hasta posarse a su izquierda. Era parecida a las anteriores, pero alada. Antes de que nadie pudiera mediar palabra, Draven, cadena en mano, atrapó a esta última por las patas y la derribó sobre su espalda, y el golpe seco de su caída marcó el inicio del combate.
La criatura alada ya no suponía gran amenaza, pues cada intento de restablecerse o defenderse desde su posición le suponía un cadenazo en su horrenda faz de avispa, pero el sapo humanoide demostró ser un oponente peligroso cuando vomitó un chorro de ácido sobre Garuk, inflingiendo graves heridas. Por suerte, el grupo actuó como un solo miembro, colocándose Garret y Valdemar en los laterales y atacando con sus proyectiles ígneos y mortíferas flechas. Mientras tanto, Melnar y el enfurecido Garuk hacían picadillo de lo poco que ya quedaba de la pobre criatura.
Suspicaces, por si aún se les ocurría explotar en una bola de fuego, los aventureros registraron sus cadáveres, encontrando cinco pociones que aún sin identificar guardaron a buen recaudo. Entonces le llegó el turno al altar. Sobre él encontraron once huevos de la docena esperada, y más al fondo, con señales de llevar tiempo eclosionado, el último de ellos. Sospecharon que la criatura a la que acababan de abatir podría tratarse de uno de esos anfidragones, así que se apresuraron a cortar su cabeza para llevarla como prueba. Y sin más tardar, pues el sitio no invitaba a quedarse, se marcharon por donde habían venido.
El camino de vuelta transcurrió sin incidentes, y a su regreso les sorprendió una calurosa bienvenida por parte de los lugareños. Parecía ser que había corrido la voz sobre su hazaña. Rápidamente unos guardias les llevaron hacia la mansión de Toede, donde les recibió el Chambelán a la vera del marchito goblin. Al oír las noticias, ambos se mostraron visiblemente contentos, y se les hizo entrega de su premio en el acto: Acceso ilimitado a la biblioteca.
Sin estar nada seguros de dónde empezar a buscar en semejante maraña de tomos y pergaminos, se separaron por grupos, liderando Garret y Valdemar la búsqueda. Su conocimiento sobre idiomas y lenguajes en clave les estaba siendo de mucha ayuda. Cuando llevaban cinco horas buscando, Garret demostró su frustración arrojando el libro que leía y anunciando su deseo de ir a la taberna y comer algo en condiciones después de su ajetreado periplo por las ruinas. Draven se mostró disconforme, argumentando que estando tan cerca de descifrar las notas era estúpido distraerse, pensando que lo que facilmente te da un apestoso goblin fácilmente te lo quita, pero el pícaro se marchaba ya de la biblioteca junto con el resto del grupo. Así pues, todos se relajaron en la taberna unas horas.
A su vuelta se encontraron estupefactos con que todas sus notas habían desaparecido junto con los manuscritos que consultaban. Al preguntar a un criado, este anunció alegremente que a Toede le gustaba el orden y que todo estaba donde le correspondía. Draven en este momento pensó muy seriamente en atizarle a Garret en la cabeza con el cadáver del criado, pero hizo un esfuerzo sobrehumano y logró serenarse.
Seis horas después, parecían haber descifrado algo con sentido. Valdemar leyó lo siguiente:
"Y así fue que Dereg Raynhold, Caballero de la Espada, se dirigió hacia el noreste desde las tierras remotas donde la hoja que los dioses le otorgaron le había ayudado a vencer a Sylvana, la Reina Ghoul de Silvanesti. Dejó atrás al druida Waylorn y a las justas gentes de Silvanost y ante su insistencia partió en busca de la legendaria Fuente de la Renovación.
Allí en el norte, más allá de las ciudades mercantiles de Istar, llevó Dereg la hoja. Grande era su pesar y la mancha que le angustiaba; oscura era la sangre en su espada, y más oscura la mancha de su alma.
Hasta el final se esforzó Dereg por superar los desafíos de los Guardianes de la Fuente, desposeído de la luz de su hoja y apesadumbrado. Pero el triunfo era suyo, y en la fuente sumergió su espada y su brazo. Brillante fue el poder de los dioses de la redención, y con su bendición, tanto el caballero como la espada fueron uno otra vez. Saludable y afilada, como el viento de Solamnia"
Cuando la última sílaba escapó de sus labios, el aire se volvió frío y el ambiente se oscureció. Llegó a sus oídos una voz tenebrosa, un grito lejano que parecía surgir de las negras profundidades del abismo:
"¡NO! ¡No sigáis adelante!"
Quien así habló fue una elfa espectral que apareció al instante en medio de la estancia. Melnar y Garuk se alertaron, pues ya la conocían. Se les había aparecido antes en el interior del pico de Malystrix. La elfa volvió a hablar:
"¡Usar ese conocimiento es arriesgarlo todo! ¡No podéis eliminar la mancha de la joya, el Señor de los Huesos la ha reclamado!"
Dicho esto, y con el rostro desencajado en una mueca de odio, se deshizo en polvo, desapareció y el ambiente volvió a la normalidad. Melnar hizo una breve crónica de lo acontecido desde el comienzo a los dos nuevos integrantes del grupo y les puso a la corriente de lo que ya conocían sobre la lágrima, la traición del templo y la elfa. Todos se pusieron de acuerdo sobre el significado de lo que habían leído: Debían encontrar de inmediato la fuente purificadora de la que hablaba la leyenda para sumergir en ella la lágrima. A Draven se le pasó por la cabeza meterse en ella hasta las orejas, pero ya vería cómo se desarrollaban los acontecimientos. Consultaron unos mapas y encontraron el lugar al que debían dirigirse, la ciudad de Jannison en Nordmaar.
Se despidieron de Toede y encabezaron rumbo al puerto. Decidieron ir por mar, ya que por tierra, además de ser un recorrido más largo y penoso, debían cruzar un territorio ogro. Su fama de rescatadores de huevos había dado sus frutos y pronto encontraron a un mercader dispuesto a cruzar el mar sangriento, el capitán Vanis Swift con su nave "La Dama Afortunada". La cuadrilla intentó regatear el precio del pasaje con el mercader, pues les parecía que cien aceros por cabeza era un precio desmesurado por una travesía tan corta. Uno por uno, empezando por Valdemar y acabando por Garuk intentaron engatusarlo, pero los comentarios de Draven sobre el parecido del capitán con la mascota vulpina de un Gnomo al que conoció en su infancia no fueron de mucha ayuda. Finalmente, el capitán Swift se mostró impresionado por la enorme y dura lanza de Melnar, así que accedió a dejarles pasar esa noche en sus camarotes y a proveerles de uno extra, pero no rebajó el precio.
Al amanecer el barco zarpó. Transcurrió una jornada sin incidentes, de ambiente festivo. Garret exhibió sus dotes acrobáticas ganándose unas monedas de los divertidos marineros, y todos compitieron por bailar con la hermosa segunda al mando, la sacerdotisa Undela Semptal. Unos antes que otros pero todos igualmente borrachos se fueron a la cama ese día.
Antes de la primera luz el vigía tocó la campana de alerta. El grupo se apresuró a vestirse y se dirigió a cubierta. A lo lejos divisaron un barco, y según identificaron, comandado por minotauros. Garuk les salvó en esta ocasión con su diplomacia dialogando con sus congéneres, que se marcharon carcajeándose del aturullado Garuk por su condición de navegante subordinado a un humano. No obstante, les advirtieron que no se acercaran a las islas que eran su patria.
El capitán y la tripulación se mostró agradecida con el grupo. Todos conocían las historias de los piratas minotauros del Mar Sangriento y nadie querría formar parte de ellas. Una vez más, festejaron por la victoria. Esa noche, cuando se disponían a retirarse, volvió a sonar la voz de alarma. Otro barco, más pequeño que el anterior, les alcanzaría pronto  por estribor. Esta vez se trataba de piratas corrientes y molientes, que apuntalaron sus escalas y cabos sobre la baranda.
La pelea se resolvió con rapidez. El bravo capitán pirata perdió pronto su bravura cuando un hechizo de Valdemar lo dejó recubierto de arañas de pies a cabeza. No disfrutó mucho de sus picaduras, ya que Melnar hizo de él un pinchito al segundo, y el resto de piratas en cubierta sucumbió a los espadazos y cadenazos de los otros guerreros. Los que todavía escalaban, viendo como caían por su lado los cadáveres mutilados de sus compañeros, se refugiaron prestos en su barco y desaparecieron en la oscuridad.
Los marineros no cabían en si de gozo. Con una mano se contaban las veces que se habían topado con problemas en su travesía, y ahora que la suerte parecía darles la espalda, contaban con un experimentado grupo que les resolvía todos los encontronazos sin ninguna pérdida. La fiesta continuó y transcurrieron un tercer y cuarto día sin incidentes.
Al quinto día les alertaron los gritos de un desbocado vigilante que tocaba la campana como si le fuera la vida en ello. Los aventureros se presentaron en cubierta casi al instante preparados para la lucha, pero nada les aguardaba allí. Otearon el horizonte y lo vieron: una mancha negra que crecía por momentos. Un horrendo y enorme monstruo se impulsaba hacia ellos con sus correosas alas de murciélago y su cola serpenteando nerviosa, como si la criatura anticipara un festín. Un Dragón Negro.

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