viernes, 14 de marzo de 2014

Cruzando el umbral de los dioses

El grupo de aventureros acababa de enfrentarse a la terrible amenaza de una dríade corrupta. Heridos física y moralmente -por la caída de su compañera Laguna-, decidieron terminar de explorar los alrededores del Valle de Hurim antes de descansar para recuperar sus fuerzas del todo.
Se encaminaron hacia el Este, merodeando unos campos sin cultivar y prestando especial atención a una fuente seca en su extremo más oriental. Al asomarse a la misma, sólo contemplaron los restos de envejecidos cadáveres, a la vez que experimentaron un escalofrío que precedió a lo que sucedería a continuación.
Un extraño ser espectral surgió de la fuente. Su cuerpo informe era oscuro, contrastando con dos ojos rojos brillantes que se clavaban maliciosos en los héroes.  Estos, desenfundaron apresuradamente sus armas esperando el inminente conflicto, y justo en ese momento, para rematar la sorpresa, hizo acto de presencia Laguna. Al parecer, la dríade había considerado dejarla con vida, con el fin de que la bruja cumpliese una promesa pactada. Sea como fuere, este retorno no podría haber llegado en mejor momento, pues la criatura sombría sólo se veía afectada por ataques mágicos.
El combate no tardó en comenzar. Los héroes usaban sus armas mágicas y hechizos para mermar, poco a poco, a la criatura. Se antojó complicado al principio, pero el sortilegio Luz de Lunia de Dusk resultó muy efectivo. Todavía heridos por su último encuentro, se exponían a un riesgo considerable. No obstante, acabaron por derrotar a la sombra y seguir con vida. No encontraron gran cosa en los alrededores, por lo que dieron por concluida su exploración exterior. Era hora de acometer la incursión al Templo, aunque no sin antes recuperar fuerzas. Melnar era el que se encontraba más maltrecho, por lo que Dusk gastó sus hechizos para sanarle en su mayoría, y también a Cuervo. El reposo haría el resto.
Decidieron acampar en los lindes del Valle haciendo guardias. Por suerte, la noche transcurrió tranquila, y a la mañana siguiente el grupo se había recuperado para continuar su misión.
Avanzaron hacia el Norte hasta alcanzar el Camino de los Dioses, un accidentado corredor flanqueado por estatuas de piedra; grandiosas en su día, y ahora destrozadas por la guerra. Tan pronto las cruzaron, los héroes llegaron hasta el pié del templo, con su imponente forma de zigurat. A su alrededor, estatuas y obeliscos, también gravemente deteriorados por los terribles conflictos del pasado. Varias escaleras permitían ascender, siendo la que subía desde el Sur la que parecía mostrar una entrada hacia el interior. 
Laguna compartió con sus compañeros que era mejor andarse con cuidado, y que quizá entrar directamente no era la mejor idea, pues de haber trampas es allí donde estarían con mayor probabilidad. De esta forma, el grupo intentó acceder desde otros puntos que no fuese la escalera principal. Desgraciadamente, estos intentos resultaron infructuosos, por lo que al final no tuvieron más remedio que usar dicha escalera, confiando en la habilidad de Cuervo para localizar posibles trampas.
Se internaron en el primer nivel, de bastante escaso tamaño. Los escombros se amontonaban por la estancia, y todo parecía tranquilo. Les sorprendió descubrir que en las paredes había una serie de antorchas que se iluminaban con un fulgor azulado cuando alguien entraba, y se apagaban cuando salían. Sin embargo, esto no fue lo más sorprendente que avistaron los aventureros.
Ante sus ojos, apareció una avanzada de ogros que atacaban a humanos en una despiadada carga. Todo parecía tremendamente real, y los héroes no eran capaces de hacer nada más que quedarse inmóviles mientras contemplaban lo que sucedía. Después de unos momentos, la imagen de batalla desapareció, quedando claro para todos que aquello no era más que una visión del pasado, que revelaba lo que había sucedido en aquel lugar. El porqué era un enigma. Sólo esperaban que aquellas revelaciones les ayudaran en su camino hacia el interior. Sin más, continuaron por una escalera que descendía hasta el segundo nivel del templo.
Esta nueva planta era más grande que la anterior. Al igual que en la primera planta, aquí también había antorchas mágicas, algo que se repetiría en cada nivel. A su vez, la escalera por la que se accedía del piso superior y la que descendía al siguiente se encontraba una frente a otra, de Sur a Norte. Flanqueando este espacio se dividían varias habitaciones a ambos lados. A primera vista, los escombros y destrozos se seguían acumulando, e igualmente se produjo una visión del pasado. En esta ocasión, algunos individuos destacaban en ambos bandos en guerra. Ogros y humanos poderosos que se enfrentaban en combate singular, desatando gran poder. Concluida la revelación, el grupo prosiguió con la búsqueda.
La mayoría de las estancias no presentaban mayor misterio, sin embargo en dos de ellas las cosas se complicaron. La primera dificultad que se encontraron los héroes fue una nube de esporas que explotó ante sus narices mientras registraban los restos de unos muebles. Laguna fue la que experimentó más gravemente los síntomas, sintiendo como su vitalidad se debilitaba. No obstante, fue en otra habitación donde se toparían con el peor de los acontecimientos, con un alto coste para el grupo.
La amenaza permanecía camuflada como una simple puerta. Su aspecto impoluto debió advertirles, pero por desgracia, los aventureros quisieron forzarla, mostrando la verdadera naturaleza de aquel ser. Se trataba de una criatura mimética, capaz de adoptar otras formas con su cuerpo pegajoso y voluble. Antes de que pudieran hacer nada, el pequeño Cuervo cayó presa de un largo apéndice de la criatura, que le constreñía y ahogaba constantemente. Los héroes hacían lo que podían, usando sus armas y hechizos, pero el monstruo era más resistente de lo esperado. Además, con cada golpe había una posibilidad de que las armas quedaran enganchadas, por lo que el problema se multiplicaba. Fue así como Melnar y Dusk veían desesperados cómo algunas de sus armas se incrustaban en el gelatinoso ser y no tenían más remedio que buscar entre su equipo nuevas armas. Mientras tanto, Laguna hacía uso de todo su poder mágico para mantener con vida a Cuervo, el cual, a pesar de todos sus intentos, no era capaz de escapar de la terrible presa. Tristemente acabó ocurriendo lo inevitable, y el kender expiró su último aliento. Los héroes continuaron luchando, ahora con unos añadidos sentimientos de ira y venganza. Y por fin, tras mucho sufrimiento, lograron abatir a la criatura. 
La pérdida del compañero fue un duro golpe, y por si eso no era suficiente, en el organismo de los aventureros todavía permanecía la infección de la nube de esporas. Esta vez, fue Melnar el que sintió cómo su salud se mermaba. Lo peor era que el peligro todavía no había acabado.
La criatura que simulaba ser una puerta daba paso a una habitación que unas arañas gigantes habían ocupado como nido. Tan pronto pusieron un pié en el interior, surgieron estos insectos, tanto los más adultos como los más pequeños. Sin permitirles casi recuperar el aliento, el grupo tendría que volver a empuñar sus armas. Ahora contaban con uno menos, así que necesitaban algo que les ayudara, y pensaron en el fuego. Estampando la linterna contra el suelo, prendieron la mayor parte de la estancia. Esto provocó que los héroes también sufrieran daño, pero todavía más los insectos, que perecían bajo las llamas y algunos escapaban como podían. Mientras el fuego actuaba, los aventureros se movían por el resto de la planta mientras intentaban golpear a los bichos que seguían con vida. Poco a poco, la amenaza se fue reduciendo, y finalmente acabaron con ella.
A los héroes les costaba mantenerse en pié. Decidieron terminar de registrar la habitación donde moraban las arañas y seguidamente descansar, pues su ánimo, salud y poder estaban casi agotados. Así lo hicieron, y en su búsqueda encontraron tres sacos con algunos objetos mágicos bastante interesantes, como una varita con hechizos de curación y una pluma con un sortilegio que Dusk identificó como uno que le permitía convertirse en un barco durante todo un día. Había más cosas en el interior de la sala, pero se perdió a causa del incendio. Sin más, se prepararon para descansar. Dormir en un complejo peligroso como este no es la mejor de las ideas, pero no tenían muchas mejores opciones, así que lo hicieron.
Laguna hizo la primera guardia, y durante la misma escuchó la llegada de diversas pisadas que se acercaban hasta el grupo. No tardó en advertir a sus compañeros, y al instante llegaron nada menos que ocho esqueletos vivientes con la intención de acabar con sus vidas.
Los héroes pensaron en aprovechar la única entrada a la habitación donde habían acampado como cuello de botella, para así atacar a los esqueletos en menor número. Los monstruos fueron muy rápidos, y casi la mitad de ellos ocuparon la estancia demasiado pronto. Sin embargo, Dusk usó con efectividad su hechizo para expulsar muertos vivientes, lo que provocó que estos huyeran, y así quedara la habitación despejada para desarrollar la táctica. Ahora, colocados en formación, atacaron a los esqueletos, uno a uno, tan pronto entraban por la puerta. Melnar estaba especialmente acertado, y armado con la espada mágica, destrozaba huesos como un carnicero trincha la carne. Poco a poco, los restos óseos se amontaban en el suelo. El místico lanzó un hechizo de Protección contra el Mal sobre el enano, animándole a que avanzara en su ataque con esta nueva ventaja. El plan resultó exitoso, y en un santiamén los no-muertos habían sido reducidos a pedazos.
El grupo sopesó si sería una buena idea seguir descansando allí, y finalmente asumieron el riesgo. Esta vez el descanso resultó tranquilo y reparador, y al despertar se encontrarían con una nueva sorpresa, aunque agradable para variar.
Los aventureros conocieron a un saqueador humano llamado Dustan, que había llegado hasta allí con la intención de explorar el lugar. Después de intercambiar unas palabras, tanto unos como el otro convinieron en que si actuaban juntos todos podrían resultar beneficiados, habida cuenda de los peligros que allí moraban. Así, la nueva formación se encaminó hacia el siguiente nivel del templo.
Esta nueva planta era, como se esperaba, todavía más grande, lo que suponía también más habitaciones. Destacaba una central, más grande que el resto, que se interponía entre la escalera que venía desde arriba y la que descendía hacia abajo, en el otro extremo. Sin pensarlo dos veces, optaron por investigar esta estancia en primer lugar.
Lo primero que vieron, además de los continuos escombros, fue el revelador carril entre el polvo de alguna criatura que se movía a rastras. Este conducía a una de las dos puertas atrancadas que se alzaban en una parte de la habitación. Había otros espacios en su interior, pero sin mayor interés. Entonces, mientras el grupo pensaba en su siguiente movimiento, de nuevo se produjo una visión de la pasada guerra entre ogros y humanos. Como era habitual, se trataba de una escena acontecida en ese mismo lugar tiempo atrás, desapareciendo tras unos minutos, y volviendo todo a la normalidad. Los héroes intentaron forzar una de las puertas sin éxito, y sin querer complicarse más optaron por algo radical: vaciar un poco de aceite de la linterna sobre la puerta y prenderle fuego. Mientras esta ardía, aprovecharían para seguir registrando la planta, y por si acaso, el murciélago familiar de Laguna vigilaría desde una posición segura.
De esta forma, los aventureros dejaron la habitación principal y comenzaron con la exploración de las estancias laterales, topándose con una desagradable visión en la primera de ellas. Un cadáver en descomposición bastante reciente les daba la bienvenida. Partes de su cuerpo estaban esparcidas por el suelo, pero fue desde el resto principal donde surgió lo que había provocado aquello. Se trataba de un enjambre de enormes ciempiés que se abalanzaron sobre el grupo con impulsiva voracidad.
La masa de insectos rodeaba a los aventureros, los cuales comprobaban cómo sus armas no tenían efecto alguno. Intentaron escabullirse como podían mientras pensaban en la manera de neutralizarlos. Concluyeron que el fuego sería la mejor opción, o al menos la más rápida, algo importante si querían salir bien parados. De hecho, este fue el motivo por el que sin más dilación, estamparon la lámpara en el suelo, encharcando de aceite ardiente la zona. Esta idea les había funcionado con las arañas por lo que esperaban que esta vez también surtiera efecto.
Mientras la zona prendía, Dustan había conseguido deslizarse hasta la estancia principal, donde ardía la puerta, y se hizo con algunos restos que se quemaban para poder utilizarlos contra los ciempiés. Al final no hizo falta, y la masa insectoide huyó por las escaleras que subían a la planta superior.
Como la puerta que habían incinerado ya estaba prácticamente desintegrada, volvieron allí antes de seguir merodeando por el resto del nivel. Fue de esta manera como se despejó la incógnita del ser que había dejado el rastro en el suelo polvoriento. Un limo babeante se arrastraba al otro lado. Los problemas estaban muy lejos de terminarse para los héroes.

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