jueves, 10 de abril de 2014

En las entrañas de La Desolación (III)

Mientras los aventureros se acercaban a los riscos que horas antes habían oteado en el horizonte, les asaltó un gigante con intenciones poco agradables. 
Su anterior encontronazo con una de estas criaturas casi resultó letal, por lo que no esperaban menos de este.  Por suerte, en esta ocasión los golpes y hechizos del grupo fueron muy certeros, tanto que a Melnar ni siquiera le dio tiempo a asestar algún hachazo antes de que el gigante cayera muerto. No obstante, el monstruo vendió cara su piel, hiriendo considerablemente a Elijayess. 
Tan pronto como Dusk sanó al elfo bárbaro, los aventureros reemprendieron la marcha. Llegaron, al fin, a un nuevo entorno, aunque todavía accidentado. Tras de sí quedaba la arena, tornándose el paisaje en un mar de piedras y rocas. Poco después, Elijayess anunció que estaban cerca de la fuente donde moraba el Oráculo, una zona neutral en la que cualquier agresión que no fuese en defensa propia sería castigada severamente. Si andaban con tiento, sería un buen lugar para descansar, y quizás consultar al Oráculo, si los héroes estaban dispuestos a pagar el precio...
No tardaron en llegar allí, como tampoco se demoró el Oráculo en presentarse. Lo formaban tres hermosas mujeres, de bello rostro y cuerpo escultural, que no costaba divisar a través de sus ligeras ropas. Se movían y hablaban como un sólo ser, alternándose al hablar en todo aquello que decían. Se hacían llamar Luto, Pesar y Lamento, y se ofrecían a contestar hasta tres preguntas a cambio de tres pagos. Para la primera pregunta, los héroes deberían llevar una carga. Para la segunda, tendrían que aceptar un encargo. Y para la tercera, estarían obligados a entregar un objeto.
Desde el primer instante Elijayess mostraba su cautela ante todo aquello. Dejó a los aventureros tomar la decisión de si hacer o no preguntas, y cuántas de ellas. De esta forma, estuvieron los héroes largo rato debatiendo las posibilidades. La decisión final fue realizar una única pregunta en relación a qué debían hacer exactamente con la llave Silvanesti y el fragmento de luz. Como era de esperar, la respuesta fue tan enigmática como aquellas que ya habían recibido anteriormente de otras personas. Según sus palabras, la llave no era lo que parecía ser, y usada en el momento adecuado, abriría un paso que no es un paso, que les llevaría ante un umbral que cambiaría el mundo.
La pregunta ya estaba hecha y no había vuelta atrás, así que las tres mujeres entregaron la carga que los aventureros debían llevar: un amuleto. Solarinas se ofreció voluntario para llevarlo, pero no como se esperaba, colgado del cuello, sino guardado en su mochila. En cuestión de minutos sintió cómo su cuerpo se debilitaba considerablemente. Sin duda, aquel mal estaba causado por el objeto.
Descansaron allí las horas siguientes, y antes de partir el Oráculo les recordó que debían llevar la carga, o si no todo el grupo pagaría las consecuencias. Decidieron entonces que era mejor llevarlo puesto que guardado, Solarinas se puso el amuleto al cuello a regañadientes y emprendieron la marcha de nuevo.

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