miércoles, 19 de marzo de 2014

De paso por Puerto Balifor

Los aventureros se despertaron al alba. Con la carta de recomendación firmada por Ram la noche anterior, tenían prácticamente asegurado su viaje hacia Puerto Balifor. Tan pronto llegaron a los muelles, la capitana de la nave observó detenidamente el documento mientras los héroes desembolsaban 75 piezas de acero por cabeza para pagar su lugar en el barco. Les aguardaba toda una jornada de viaje a través del mar.
Las primeras horas transcurrieron sin contratiempos, a excepción del continuo vaivén de la embarcación, el cual afectó notablemente a casi todo el grupo. Tan sólo Garuk y Dusk soportaron tal circunstancia sin vómitos y mareos. No obstante, todavía les esperaba una sorpresa más desagradable antes de su llegada a tierra firme.
Cuando todo parecía tranquilo, la experiencia de la capitana le hizo reparar en algo que les acechaba. Rápidamente alertó a su tripulación, y en un abrir y cerrar de ojos media docena de extraños seres no-muertos de las profundidades abordaron la nave. El combate no se hizo esperar. Los piratas resistían como podían la ferocidad de aquellas criaturas. Por su parte, los aventureros se disponían a hacer lo propio, y tanto Dustan como Solarinas consiguieron retener sus náuseas para hacer frente al enemigo. Melnar, sin embargo, cada vez que alzaba su hacha notaba cómo sus mareos aumentaban, desistiendo finalmente de emprender cualquier acción de combate.
Varias de las criaturas fueron despachadas, aunque llevándose por delante a otros tantos marineros. Quedaban a bordo tres no-muertos, y todo el grupo más la capitana para hacerles frente. Esta última estaba enzarzada con uno, y los otros dos miraban con voracidad a los héroes. Por si fuera poco, estos seres desprendían un hedor nauseabundo, que volvió a causar graves arcadas a Solarinas, impidiéndole atacar. Afortunadamente, los espadazos de Garuk, las flechas de Dustan y el arma mágica invocada por Dusk fueron suficientes para ir acabando con la amenaza. La capitana quedó paralizada como efecto de un ataque de su agresor, pero el grupo la defendió terminando con la vida de la última criatura. Cuando todavía estaban tirando cadáveres al mar, la capitana volvió en sí. Siendo consciente de la actuación de los héroes, reconoció estar en deuda con ellos para el futuro. También les devolvió 25 piezas de acero como gesto de agradecimiento.
Sin mayores  problemas durante el resto del viaje, al fin llegaron a Puerto Balifor. No perdieron demasiado tiempo en despedidas, pues aquel lugar era nido de gente de mal vivir, a lo que se sumaba la terrible autoridad de los Caballeros Negros. La presencia de unos extranjeros sólo traería problemas, así que, siguiendo el consejo de la capitana, se internaron rápidamente en la ciudad para llegar hasta la más famosa posada local. Este sería un buen punto de partida para comenzar a buscar a aquel con el que debían encontrarse, y a su vez un lugar discreto para pasar la noche.
Afortunadamente, el grupo alcanzó la posada sin llamar la atención. Les sorprendió el festivo ambiente de aquel lugar, que ya se apreciaba desde el exterior, y contrastaba con el tono sombrío del resto de la ciudad. Al cruzar la puerta, danzaba ante sus ojos todo un desfile de baile, música, risas, groserías, comida y alcohol en abundancia. Tal era el ánimo reinante que la posadera invitó a una ronda de cervezas a los aventureros, al tiempo que ofrecía gran cantidad de platos a buen precio. Melnar no dudó en aceptar, y el resto de sus compañeros hicieron lo propio, con la excepción de Solarinas, que sólo quería mojar su gaznate con aguamiel. Era fácil dejarse llevar por aquella alegría y comodidad, pero Garuk no permitió que eso nublara su estado de alerta, lo cual le ayudó a detectar a un sujeto que destacaba por su comportamiento serio y calmado. Era un kender, misma raza que el hombre que estaban buscando, y bien valía el intento de acercarse a él a probar suerte. 
Solarinas decidió mantenerse al margen, para no amedrentar demasiado al sujeto. El resto del grupo se acercó hasta él con disimulo, presentándose respetuosamente. Se hacía llamar Harlowe Barstool, y su rostro mostraba cicatrices de aquellas que espantan al más osado. La conversación fue directa al grano, y aunque, como era probable, aquel kender no resultó ser el que buscaban, sí podría, sin embargo, llevarles hasta él. Les advirtió ir con cuidado y esperar a un grupo de los de su especie que les escoltarían hasta el lugar del encuentro. Seguidamente se marchó, y los aventureros quedaron a la espera.
La fiesta se aguó con la llegada de una patrulla de Caballeros Negros. Por un momento los héroes temieron lo peor, pero gracias a la posadera, estos pudieron escabullirse por una puerta trasera que daba acceso a un callejón. En cuestión de segundos unas figuras surgieron de entre las sombras. Se trataba de los kender enviados por Harlowe para escoltarles hasta la persona que estaban buscando. Quizás en otras circunstancias los aventureros serían más desconfiados, pero no tenían muchas opciones ni tiempo para ello, así que se dejaron llevar.
El camino resultó curiosamente complicado. Además de las callejuelas y corredores oscuros, no hacía falta estar demasiado atento para percatarse de que, durante el tránsito, habían esquivado varias trampas preparadas para los incautos. Gracias a la guía de los kender, no hubo percances hasta alcanzar el lugar del encuentro. Se trataba de un barco hundido, que había sido acomodado como guarida y centro de operaciones. Y así, se encontraron al fin con Kronn Thristleknot, el kender que, de alguna forma que todavía desconocían, les ayudaría a continuar su viaje.
Junto a Kronn, le acompañaba un elfo recio de pelo corto al que presentó como Elijayess. El grupo no tuvo mucho tiempo para acomodarse antes de que comenzara la conversación. Al igual que con Harlowe, esta fue directa al grano, tanto que tan pronto se mencionó Desolación, Kronn insistía en si la causa que movía a estos extraños a ir allí era la misma que la suya. Parecía ser lo único que le importaba. Y lo cierto es que los aventureros no sabían mucho, tan sólo que allí aguardaba su siguiente paso en la determinante misión que estaban emprendiendo. Kronn buscaba liberar Desolación, y los héroes tenían que acceder allí, así que de alguna forma sí era posible que sus causas fueran las mismas. Se acordó entonces que partirían al amanecer del día siguiente. El viaje sería largo, por lo que les proporcionarían provisiones suficientes, además de la compañía y ayuda de Elijayess, sin el cual afirmaban que les sería imposible llegar. Se produjo entonces una situación algo tensa, cuando Dusk reclamaba más ayuda, pues al fin y al cabo iban a liberar la ciudad para los kender y ninguno de ellos les acompañaría. Afortunadamente se calmaron los ánimos y todo quedó relativamente en paz.
Al día siguiente emprendieron la marcha, avanzando al mayor ritmo que podían por el accidentado paisaje. En el primer descanso para dormir se decidió que cierto tramo desértico lo recorrerían por la noche, pues los peligros que podrían encontrar en la oscuridad no serían peores que el infernal sol en las horas diurnas. Acordado este asunto, los aventureros se disponían a dormir, pero algo se empeñó en retrasar su descanso.
Una criatura con forma felina pero cuerpo ardiente se acercaba desde la lejanía. Dusk la avistó, advirtiendo a sus compañeros y permitiéndoles preparar sus defensas y ataques. De hecho, el grupo tardó más tiempo en tantear a aquel extraño enemigo que en acabar realmente con él. El místico invocó, una vez más, su arma mágica, que rodeaba y golpeaba continuamente a la criatura mientras esta se iba acercando. Dustan disparaba su arco desde la distancia, al igual que Solarinas con un proyectil mágico. Garuk y Melnar se acercaban con cautela, y Elijayess se dejó llevar por su furia barbárica asaltando en cuanto pudo al enemigo. A aquel desgraciado ser sólo le dio tiempo a escupir una leve llamarada de fuego antes de caer destrozado bajo el mandoble del elfo. Las heridas sufridas por el grupo eran menores, y sin duda el nuevo miembro de aquella compañía había demostrado lo que era capaz de hacer. Ahora, sólo esperaban que el camino no les deparara demasiadas ocasiones para que tuviera que volver a demostrarlo. 

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