domingo, 5 de abril de 2015

Prisioneros

El periplo en Alianza de los Ogros se hacía notar en las heridas de los aventureros. Durante los siguientes dos días pudieron descansar y obtener la ayuda de la clériga Undela para reponerse por completo. Sin embargo, su suerte no tardaría en cambiar -como venía siendo habitual- y una nueva amenaza se cernió sobre los héroes.
El vigía de la 'Dama Afortunada' gritó una señal de alerta, los cielos se nublaron mágicamente sobre el contorno del barco, el mar se agitó con estrépito y una enorme silueta se alzó de las aguas en la lejanía. -"Melmanas"- susurró Valdemar. Acto seguido, narró la leyenda de una ballena gigantesca y fantasmal que sólo aparecía para arrasar con todo a su paso, no quedando jamás testigos de su avistamiento. Lo que no contaba la leyenda es que esa ballena tendría compañía, y es que antes de que esta pudiera acercarse, dos enormes pulpos junto a un grupo de elfos acuáticos asaltaron el barco.
Mientras los elfos se lanzaban al abordaje, los octópodos se agarraron al navío zarandeándolo y resquebrajándolo poco a poco. Varios marineros cayeron por la borda y otros sufrieron pérdida de consciencia o serias contusiones, entre ellos algunos de los aventureros. Los asaltantes estaban comandados por dos líderes; uno varón con apariencia de guerrero diestro, y una mujer, con vestimentas de usuaria de la magia. Estos exigieron una inmediata rendición, y tanto Mélnar como Garrett trataron de parlamentar con ellos sin éxito. Tan pronto terminaron de hablar, la líder elfa lanzó un hechizo de rayos que dañó a varios aventureros. Por otra parte, sus lacayos atacaban a los marineros e intentaban apresarlos. Ante tal panorama, los héroes dieron por zanjada cualquier posibilidad de una salida diplomática.
Comenzó entonces una contienda que se aventuraba prometedora al dejar a la líder elfa bastante malherida, hasta el punto de tener que protegerse bajo una mágica cúpula de hielo. No obstante, pronto se torció todo. Los marineros y el capitán comenzaron a rendirse, el barco iba partiéndose y hundiéndose cada vez más, y para colmo Mélnar sufrió una de sus peores desgracias. En un desafortunado intento de ataque al líder elfo, la dragonlance se le escapó de las manos y fue a parar, con el vaivén del barco, a babor de cubierta. Esto lo aprovechó uno de los piratas de orejas puntiagudas para agarrarla y lanzarla al mar.
El espíritu del enano pareció quebrarse más que el propio navío. Ya no podía defender aquella arma prodigiosa como lo hizo en Alianza de los Ogros, y no había salida posible, pues el barco iba a hundirse de inmediato. Si todos morían allí, la misión habría acabado y la llave silvanesti se perdería para siempre en las profundidades. La única posibilidad que alcanzaba a encontrar era la rendición. Así lo hizo Mélnar, y seguidamente el resto, aunque a Garuk y Draven les costó aceptar.
Los elfos despojaron a todos de sus armas, objetos e incluso ropa. Convocaron entonces a la gran ballena Melmanas, que abrió sus fauces y engulló el barco para, seguidamente, descender hasta el fondo del mar. Aquel ser les llevó hasta una construcción en las profundidades elaborada con paredes de coral. Allí, los aventureros fueron encarcelados en varias celdas de este mismo material, pero con un techo en forma de burbuja que les permitía respirar en su interior, al tiempo que dejaba ver el mar sobre ellos.
Desnudos y sin armas, el grupo no tenía muchas expectativas. Además, tan sólo las celdas contenían aire, y dos guardias medio hombre-medio pez, vigilaban en los pasillos inundados. Por lo pronto, decidieron intentar reunirse en una única celda, pues estaban distribuidos en cinco habitáculos adyacentes. Valdemar usaba su magia y el resto la fuerza bruta. Al principio costó bastante, pues cada vez que hacían un agujero en la pared de coral, venía uno de los dos guardias y utilizaba una varita que mágicamente reparaba el daño y, al mismo tiempo, provocaba un calambrazo a los presos de su interior. A base de ensayo y error, los aventureros consiguieron hacer agujeros y pasar rápidamente por ellos antes de que llegaran los hombres pez para ir reparándolos. Con este sistema acabaron por reunirse todos en la celda central. 
El siguiente paso que planearon fue abrir un nuevo agujero hacia el pasillo y tratar de atrapar a los guardias. En un primer intento uno de ellos se escurrió de los brazos de Garuk, pero al final consiguieron apresarlos. Su piel era pegajosa, por lo que si los héroes no eran lo suficientemente fuertes corrían el peligro de ser arrastrados hacia el agua. Por suerte, estos seres demostraron ser bastante débiles. Se amilanaron rápidamente ante la intimidación del grupo, pidiendo clemencia y afirmando ser sólo simples servidores de sus amos élficos. No tenían mucha información relevante ni demasiadas luces, así que, una vez despojados de sus varitas y sus armas -un par de lanzas- los héroes les dejaron marchar.
Con pocas opciones más que no fuera esperar, finalmente Mélnar se animó a bucear fuera de la celda en busca de posibles salidas. Encontró dos pequeñas salas más con aire, y una tercera puerta que no pudo atravesar. Si querían seguir progresando tendrían que continuar utilizando la fuerza bruta, pensar otras posibilidades o esperar que llegara lo que sus captores tenían pensado hacer con ellos.

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