lunes, 14 de enero de 2013

Buscando Respuestas


El grupo de aventureros regresaba a Pashin algo maltrecho, cargados de nuevas muertes a sus espaldas y un jugoso botín en las bolsas. Entre los objetos saqueados a Pegrin y sus secuaces se encontraba la "llave" silvanesti que habían ido a buscar, la cual tenía forma de caja de música y emanaba una inconfundible aura mágica para todo aquel que fuera capaz de detectar tales propiedades. ¿Qué debían hacer con ella ahora? Las palabras del Heraldo no les dejó nada claro su papel en todo esto, de manera que fueron a buscarle para intentar esclarecer un poco más el misterio. Sin embargo, sería otra persona inesperada la que
aparecería en su camino.

Los tres héroes acudieron a la posada de 'El Cuervo Herido', intentando encontrar al viejo cuentacuentos. Preguntaron al posadero, que les comunicó la partida del mismo, y en ese momento se acercó a ellos un sujeto con aspecto montaraz. Tan pronto les vio supo que se trataba del grupo que estaba buscando, y al oírles preguntar sobre el anciano le quedó todavía más claro. Se presentó como Pirvan, un explorador viejo amigo del Heraldo, el cual se puso en contacto con él para contarle algo desconcertante: su sino estaba ligado a tres héroes a los que debía acompañar y ayudar en una empresa de vital importancia para el futuro de Ansalon. Las palabras del recién llegado parecían sinceras, y toda su información encajaba, aunque desgraciadamente añadía nuevas incógnitas al asunto. Sin saber muy bien qué pasos seguir, decidieron, por lo pronto, guardar a buen recaudo la "llave". A fin de cuentas, por muy raro que sonara todo, ¿Quién eran ellos para negar su destino?

Con un nuevo miembro en sus filas, los aventureros exploraron la ciudad de Pashin para intentar vender algunos de los objetos tomados a la banda de Pegrin y, quizás con un poco de suerte, obtener alguna información sobre la naturaleza de la caja de música. Así, se dirigieron en primer lugar a una famosa tienda de rarezas, donde fueron atendidos por una dependienta semiogra que sólo estaba dispuesta a vender productos, pero no comprarlos. Esta les indicó que posiblemente encontrarían a alguien interesado en comprar sus objetos en los puestos del bazar. Siguiendo estas indicaciones el grupo marchó hacia allí, y tantearon la zona en busca del lugar más adecuado para tales transacciones. Comerciaron en dos tiendas, regentadas por sendos gnomos. Uno de ellos adquirió las piedras preciosas que el grupo quería vender, y si por él hubiese sido habría comprado también la caja de música. Sin embargo, pronto se percató de que los aventureros no querían desprenderse de ella, sino buscar información. Él no pudo decirles nada al respecto, pero sí el otro gnomo. Se trataba de un pequeño sujeto, anciano y ciego, cuyos ojos blancos como la espuma parecían ver más que los del hombre con la mejor vista del mundo. Y es que ni siquiera hizo falta que los héroes preguntaran sobre la caja para que el inquietante gnomo les dijera que su viaje no había hecho más que empezar. Debían armarse de paciencia, pues su búsqueda de respuestas les conduciría a nuevas preguntas. No obstante, una cosa estaba clara, debían proteger la "llave", una reliquia de la cual, si alguien sabía más que nadie de su importancia era sin duda la raza de los elfos. Sin más palabras, y con una sonrisa de despedida, el anciano menudo se desvaneció.

El grupo se sentía tan frustrado como al principio, pero al menos ahora tenían un objetivomás claro: encontrar al pueblo élfico. Notaron entonces algo que les había pasado desapercibido. No había ni rastro de elfos en la ciudad. Silvanesti había sido tomado por los minotauros, y los elfos se desperdigaban por la región. ¿Cómo es posible que no hubiera presencia de ellos, aunque fuera unos pocos, en Pashin? 

Los aventureros merodearon por las calles, e incluso hasta entraron en el templo para observar y escuchar a los más necesitados. Aprovecharon para preguntar al sacerdote, el cual tampoco sabía nada. Eso sí, decía estar seguro de que, aunque ellos no se dejaran ver, habría elfos con seguridad en la ciudad. A pesar de estas palabras, los héroes no tenían muchas esperanzas, pero un nuevo giro del destino les hizo toparse de sopetón con lo que andaban buscando.

En su siguiente paseo por la ciudad, contemplaron una situación que les resultaba algo familiar, al menos para tres de los miembros del grupo. Alguien agredía a una víctima, un varón elfo, en un callejón apartado. Desgraciadamente este yacía ya muerto en el suelo. El agresor protegía su identidad bajo una vestimenta con capucha oscura, que contrastaba con el resplandor de su afilada cuchilla. Los aventureros intentaron que depusiera las armas, pero no estaba por la labor. Así, Melnar, como era habitual en su temerario e impulsivo
carácter, se abalanzó sin esperar más hacia el sujeto y le asestó un acertado golpe de hacha que le dejó medio muerto. Junto a él, Pirvan y Dusk, rodearon al asesino. Bardo, en cambio, pensó que aquel lance era cosa hecha, y no valía la pena desenfundar los aceros. Para su sorpresa, el enfrentamiento aconteció peor de lo esperado.

Los golpes danzaban por el aire, y el enemigo conseguía esquivar los ataques y asestar puñaladas cuando tenía oportunidad. Pirvan se movía con velocidad, pero aún así recibió una buena herida. Ni siquiera un conjuro lanzado por Dusk para aumentar su tamaño intimidó al asesino. Tal y como estaba el panorama, Bardo no tuvo más remedio que unirse al combate, aunque sin el resultado que deseaba. El misterioso hombre de negro era un contrincante muy resuelto, y siguió escabullendo los tajos al tiempo que propinaba un nuevo golpe, esta vez a Bardo, dejándole malherido. Justo después, Melnar acertó a dar,
después de varios intentos, el definitivo hachazo al enemigo, haciéndole expirar de una vez por todas. Al fin parecía haber pasado el peligro. Sin embargo, antes de que el grupo pudiese recuperar el resuello aparecieron en el callejón tres nuevas figuras que, asombradas por la carnicería, sacaron sus armas.

Gracias a los Dioses esta vez no hubo que recurrir a la violencia para zanjar el asunto. Entre Dusk y Bardo consiguieron convencer a los tres recién llegados de lo que había ocurrido realmente, y estos, no sin alguna reticencia, les creyeron. Dijeron ser tres amigos de la víctima asesinada por el sujeto de negro. Para cualquiera que se fijara en ellos era evidente que se trataba de una comunidad de leprosos, pero lo que era más importante... de elfos. Ya aclaradas las cosas, los aventureros intentaron hablar con ellos sobre la "llave", pero los tres elfos advirtieron que no era momento para aquello. Los caballeros negros llegarían de un momento a otro, por lo que había que salir de allí cuanto antes. Cargaron con el cuerpo de su camarada y partieron mientras los héroes insistían con las preguntas. "Tranquilos, ya nos pondremos en contacto con vosotros cuando llegue el momento", fueron sus palabras. Esto confirmó que la comunidad élfica de la ciudad debía estar al tanto de que los héroes poseían la "llave", pero todo seguía igual de difuso. Sea como fuere no era momento para entretenerse, por lo que rápidamente saquearon el cuerpo del encapuchado, desvelaron su identidad -también de raza élfica, lo que resultó desconcertante- y partieron con premura.

Después de alejarse varias calles sucedió algo nuevamente inesperado. Entre una pequeña multitud de gente, un sujeto de sexo indefinido, con rostro deformado por la edad y las penurias, y del que la gente se separaba o le dejaba limosna, se abalanzó sobre los héroes con los ojos abiertos como platos y un lamento ensordecedor. Les habló de una forma tan enigmática como lo hicieron el Heraldo y el viejo gnomo del bazar. Sus palabras parecían amenazas, profecías y advertencias a la vez, tras las cuales, el sujeto prendió mágicamente en llamas y explotó con tal intensidad que hirió a algunos de los aventureros. Como era de
suponer, aquel acontecimiento no pasó inadvertido para los transeúntes, que señalaban al grupo y lanzaban acusaciones sobre su culpabilidad con respecto a lo ocurrido. Cualquier intento de explicar la situación sería en vano, así que la única alternativa era huir de allí antes de que llegaran las autoridades... algo que no consiguieron.

Los caballeros negros, que eran la ley en Parshin, rodearon al grupo y los detuvieron para juzgarles acusados de uso indebido de la magia, y la muerte de una persona a consecuencia de esta. Encadenados juntos en una celda, la condena prevista para ellos no era otra que la muerte.

Por suerte, aunque fueron despojados de sus armas y armaduras, Bardo consiguió mantener ocultas sus herramientas de ladrón. Con ellas, se liberó de los grilletes e hizo lo propio con los de sus compañeros. Inmersos todos en encontrar la manera de escapar, nadie se había dado cuenta de que no estaban solos en aquella celda. De entre las sombras hizo acto de presencia un preso de raza élfica, que parecía demasiado tranquilo para estar en una situación tan peliaguda. La razón no tardó en salir a la luz. Gracias a su magia y a la ayuda de unos amigos -a los que ya se escuchaba ocuparse de algunos guardias-, todos podrían salir de allí, si es que aceptaban la invitación. Por supuesto, así fue, y juntos hicieron buen uso de un hechizo de invisibilidad para escabullirse, entrar en una estancia donde recoger sus armas y equipo, y salir de allí para ser libres de nuevo. 

No obstante, las cosas serían diferentes ahí fuera. Ahora eran presos fugados y no podrían andar como si nada por las calles. El elfo les indicó que se adentraran en las cloacas indicándoles el camino a seguir hasta un punto concreto, y se separó de ellos.

Confiando en él, ya que prácticamente no tenían más remedio, los aventureros penetraron en las profundidades de las alcantarillas.

3 comentarios:

  1. "siguió escabullendo los tajos al tiempo que propinaba un nuevo golpe, esta vez a Bardo, dejándole malherido. Justo después, Melnar acertó a dar, después de varios intentos,"

    ¿No será que el gran Bardo despistó al asesino y se lo dejó a huevo al resto, incluso sacrificando su gloria para que no os sintiérais mal por tener que solucionar todo esto alguien que ya lo daba por ganado antes de empezar?

    PD: Elfos leprosos... eso no puede existir, y si existen se les llama leprechauns, xD.

    ResponderEliminar
  2. Jaojaojao... supongo que era otra forma de verlo XDDD

    ResponderEliminar
  3. Se pasó más de la mitad del combate fuera del mismo contemplando las musarañas, y cuando se mete casi la palma xDDDDDDDDDDDDDD
    Bueno, cuando sea dios me aseguraré de darte algún bonificador de suerte que equilibre las cosas.

    ResponderEliminar